No voy a negar que he sido espectadora, en varias ocasiones, del famoso show de Shamu, como tampoco niego que mis ojos se llenan de lágrimas cuando veo saltar a los imponentes cetáceos en el agua. Al final del espectáculo la gente queda satisfecha indudablemente y el estadio revienta en aplausos. Unos cuantos minutos de diversión para nosotros les cuesta a estas ballenas años de encierro.
El pasado 25 de Febrero los titulares de los diarios y noticieros le dieron protagonismo a una orca en cautiverio llamada Tilikum quien atacó letalmente a su entrenadora Dawn Brancheau, de 40 años, luego de haber terminado el show en Seaworld de Orlando, Florida. Es el tercer ataque que se le acredita a la ballena y una buena noticia sensacionalista para que los defensores de animales tengan de donde agarrarse.
“Estaba tan mamada del cuento, que decidió tragarse a la entrenadora a ver si la liberaban”, fue el comentario de una buena amiga al discutir con ella la noticia, y es que debe ser frustrante vivir para realizar trucos a diario en un espacio tan reducido en donde la única retribución que se obtiene es la comida.
Los miembros de la organización PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales, por sus siglas en inglés), hacen una analogía con respecto al tema, dicen que es como si a nosotros nos pusieran a vivir en una bañera. No lograríamos salir del baño después de un par de horas sin ganas de matar al causante del encierro. Somos los creadores de espacios reducidos desde que decidimos volvernos sedentarios y lo peor es que decidimos que otras especies “nómadas”, o en el caso de las orcas, quienes son migratorias, también podrían ajustarse a ciertas condiciones de vida.
¿Cuántos accidentes de este tipo necesitan los dueños de estos lucrativos negocios para darse cuenta que la vida de una persona vale mas que 80 dólares que pagan cientos de espectadores?
La solución esta en nosotros, en no apoyar este tipo de actividades. Así como hace un par de años decidí que no volvería a un circo que tuviera elefantes, tigres y leones como parte del espectáculo, y deseé que los Hermanos Gasca quebraran pronto al ver el autismo que desarrollan estos animales con el tiempo; ahora prometo que no volveré a estos parques temáticos porque entendí que mis lágrimas de emoción tienen un costo muy alto. Mientras tanto desearé que liberen a Tili y al resto de animales que están en cautiverio con este propósito.