El arte de la política femenina

Denuncia, convicción e inteligencia son algunas de las cualidades de las mujeres hoy en política.

Aun cuando el seno de la democracia en Grecia, existieron extensos discursos y grandes pensadores, nadie se esperaba que el arte de la oratoria y la retórica estuvieran en manos de una mujer: Sonia Sotomayor.

Se despliegan grandes nombres: Hillary Clinton, Madeleine Albright, Condoleezza Rice, entre otras. Un estudio publicado por empresas privadas aseguran que por primera vez en la historia de los Estados Unidos más de la mitad de empleados son mujeres: un 51.4%.

Simultáneamente, nace un gran interrogante: ¿Serán los hombres los llamados a gobernar?. La inteligencia, el coraje, la sinceridad y la honradez con las que estas mosqueteras políticas defendien sus convicciones a capa y espada, son hechos dignos de admirar.

La política, hoy en día es percibida por los ciudadanos erradamente: gobernar no es el arte de atacar, ni mucho menos significa maniobrar para tergiversar la verdad y mejorar la imagen en los sondeos de opinión, ni cambiar los hechos para lograr votos. La misión de gobernar, como lo dijo Aristóteles, es sembrar esperanza en los pueblos y cultivar el cambio en territorios donde algunos lo hallaban áridos.

En nuestros tiempos, algunos se hacen llamar “hombres de política”. Sin embargo, no cultivan la democracia y le niegan la oportunidad de crecer a sus ciudadanos. Estos demagogos le abren camino a la mala fe.

De ahí la temible credibilidad de la que gozan los hombres políticos de hoy. Estos ya no desenfundan sus espadas de argumentos, por el contrario se ahogan en un mar imparable de mentiras y excusas.

Nace ese extraño poder llamado mujer, enigmático y convincente. Con la nueva elección de Sonia Sotomayor en la Corte Suprema de Justicia se esculpe la esperanza de los inmigrantes en Estados Unidos. El esfuerzo, sacrificio y trabajo por el cual han luchado tantos latinoamericanos se centra en Sotomayor. Lo más importante: en una mujer, símbolo de trabajo y nobleza.

Algunos dirán que Sonia es la perfección de estrategias políticas, el resultado a las necesidades del pueblo. Pero no hay que confundir el brillante arte de gobernar con el nublado arte de embaucar, como lo practican algunos presidentes latinoamericanos.

Sotomayor tiene de su lado sus hechos: una joven de El Bronx. Honores académicos de la Universidad de Princeton y Yale. Un criterio indiscutible en sus juicios en New York. Más que palabras, hechos. Ese es el arte de gobernar.

Sotomayor se diferencia de nuestros políticos latinoamericanos porque ella no pertenece a una “Clase Dirigente”; aun mejor, tiene la sabiduría para orientar a dirigentes en la dirección correcta, construye institucionalidad con visión hacia el desarrollo. Lo más importante: le abre las puertas a la participación  al sector, tal vez, con menos sentido de pertenencia en Estados Unidos: los inmigrantes.