Bibiana Gómez

Una noche lluviosa donde las luces parecen rebotar en todo, las gritas en una pared de una casa vieja, las pupilas coloreadas por el sol, las gotas que se resbalan por una ventana buscando su destino. Cualquier fotograma de la vida parece interesante si lo vemos con algo de poesía susurrándonos al oído.

Todos los días, nos levantamos, nos preparamos para salir, tomamos el transporte de siempre, caminamos hasta nuestro lugar de trabajo, desarrollamos nuestro día inmersos en actividades que pudimos escoger o no… pero lo realmente importante no es eso, más allá del cuerpo, está el alma y esta se nutre de pequeñas cosas, si se sabe mirar, si se sabe escuchar, si nos gusta probar y sentir no solo se puede ser buen fotógrafo o buen artista, se puede ser feliz, mientras caminamos al baño para tomar una ducha, podemos (solo si nos fijamos) el sentir la calidez de nuestra casa, la quietud tal vez, la familia que siempre está ahí el color de bata de nuestra madre y la forma en que le hace el nudo, el olor a chocolate y a huevos revueltos, el tintineo de los traste al servir el desayuno.

Podemos sentir luego la sensación del agua caliente resbalarse por la cara o la fría haciéndonos sentir vivos, la propiedad que tiene el jabón para dejarse modelar, el olor del shampoo mezclándose con nosotros. Al salir a la calle sentir el frió de la mañana y como nuestro cuerpo lo recibe con un estremecimiento y los vellos erizados, caminamos y a cada paso hay una multitud de escenas desarrollándose, el vecino saliendo en pijama por el desayuno, los niños que van al colegio en medio de su constante bullicio, el toc, toc, toc de los tacones de las mujeres que salen muy bien arregladas para su oficina, los cucarrones que accidentalmente están de revés y no logran incorporarse… y así… en cada lugar y momento de nuestras vidas nos movemos en un mar de imágenes, iconos, símbolos; sensaciones hechizantes a una obturación de distancia.

En este mundo, la felicidad solo existe en el disfrute del instante, me gusta encontrar la magia de esos instantes y aunque son pocas  las imágenes que he podido capturar del sin fin de maravillas de las que día a día soy testigo mis favoritas, son las mínimas, las pequeñas o las de muchos colores que se arman en encuadres muy cerrados o las que al mirarlas  puedo sentir, como las palabras brotan de mi mente para zambullirse en una poesía.

Las imágenes para mí son fantasmas para cazar, musas para apresar y sabores de los instantes cósmicos que se fueron.


by F. Segre