Nunca muero, sólo me transformo.
Nunca muero, sólo me transformo es el nombre con el que se define la serie de esculturas abstractas que el artista plástico venezolano Ronald Hernández creó para después dejar en diferentes lugares públicos de la ciudad de Londres durante el verano del año pasado. Esta instalación realizada con la técnica del papel Maché buscaba darle un nuevo uso a las revistas y periódicos viejos convertidos en desperdicio para que, después de reinventados, fueran el elemento familiar en medio de figuras no comunes que llamaban a interpretaciones variadas según quien las mirara.
La escultura y la irrupción del espacio público no es la única forma en la que Ronald ha dado salida a su creatividad. Sus pinturas figurativas, las cuales rozan por momentos ciertos aspectos surrealistas, evidencian su interés en el cuerpo humano y en el lenguaje corporal, el que él mismo cree una herramienta poderosa de comunicación.
Al artista venezolano le encanta la gente, observar sus maneras, hablar con ellas. Es por esta razón que el tema central de su trabajo es precisamente éste. En sus lienzos se descubren personas envueltas en sus variadas dimensiones personales. En sus gestos y posiciones se insinúan secretos, se leen los matices de la forma de ser del personaje. A través de las diferentes posiciones se nos cuenta una cosa pero a la vez se intuye un segundo plano, algo escondido: los fondos y las capas de los seres humanos que nos hacen ser multidimensionales.
A la hora de crear, la idea le llega de repente, sin buscarla. Una vez la inspiración ha aparecido, comienza su desarrollo, el que, como él mismo lo explica, hará que el resultado generalmente no tenga nada que ver con lo que se pensó en un inicio. En éste, inevitablemente entra a jugar su cultura, la latinoamericana, mayoritariamente representada en el uso de colores llamativos, fuertes, vivos. Para Ronald, una de las diferencias entre el arte europeo y el de nuestros países es precisamente el uso del color, ya que en el viejo continente se tiende más a los tonos planos, oscuros.
Hernández dice que la razón de sus creaciones nace en sí mismo y se realiza para sí mismo. Si la gente se relaciona con sus piezas, si gustan de ellas o no, viene después, no es su objetivo principal. Para él, “el artista crea porque necesita crear”.