Los Olvidados


Por: Carlos Miguel García Jané

Un día soleado de mayo una ciudad desapareció. Sus ciudadanos, desorientados e incapaces de encontrar el camino de regreso a casa, se dispersaron hacia otros lugares. Olvidaron sus vidas, sus memorias y sus familias. Desde ese momento fueron conocidos como los Olvidados.

Los primeros individuos que alegaron no recordar quiénes eran fueron hallados hacia el mediodía. Caminaban al lado de carreteras. Vagaban por bosques. Su número incrementó hasta alcanzar una cifra de unos dos millones de personas hacia la medianoche, tras la cual todo regresó a la normalidad. Se encontraron Olvidados hasta en treinta kilómetros a la redonda sobre un epicentro de unos cien kilómetros cuadrados. Se baraja la hipótesis de que todos los Olvidados proceden de la misma ciudad desaparecida, cuya población rondaría unos dos millones de personas.

Tras investigaciones geográficas, físicas, históricas, bibliográficas, archivísticas, cartográficas, urbanísticas, etc., ninguna ciudad se echa en falta. Se han consultado censos, libros de familia, registros civiles, registros policiales, archivos parroquiales, álbumes de fotos, entre otros, y nadie consta como desaparecido. Nadie se echa de menos. Ninguno de los Olvidados aparece en ningún lugar.

Toda investigación se ha basado en suposiciones. Cualquier intento de localizar la ciudad ha fracasado. La condición de los Olvidados no ha mejorado aunque eso no impide que hayan alcanzado lo que ellos denominan la felicidad.

Los Olvidados tienen en común que todos narran la misma historia:

Una mañana soleada de mayo, un hombre definido como alto en porte, delgado en maneras y seco en trato, se dio cuenta de que no dejaba nada atrás. Cerró al puerta de casa. Dejó caer las llaves al suelo y con un puntapié las empujó al plano negro en que la puerta se había convertido. El peso del pasado, el quejido de los años, todo eso quedaba atrás. Tan sólo vio un plano negro, el olvido hacia donde toda memoria descarriada se dirige.

Con cada paso, el hombre alto, delgado y seco expandía el plano negro. Ya no proyectaba sombra, negro sobre negro. No es tanto que la realidad estaba desapareciendo. La realidad, si algo es, no se reduce a lo que aparece. La realidad entendida es la realidad que nos parece. La realidad que nos aparece es la realidad que comprendemos. La realidad tras el paso del hombre alto, delgado  y seco no se trata de una realidad desaparecida, sino de un fondo negro profundo hacia donde todo desaparece.

Los humanos somos lo que hacemos. El hombre alto, delgado y seco, incapaz de reaccionar a su existencia aniquiladora y esencialista, falta de memorias, de personas, de historia y de pecado, decidió amoralmente y sin ninguna dimensión responsable continuar andando, y así el plano negro siguió extendiéndose. Por lo menos esa es mi interpretación.

Fuentes describen verlo alejarse, adentrarse en lo negro que él mismo había dibujado, hasta que su figura se hizo tan densa que ya nadie se acuerda de él. El hombre caminó por calles que le resultaron familiares hasta agotarlas. Más tarde buscaría refugio en cualquier lugar sin éxito. Jamás pidió direcciones ni buscó ayuda ni desesperó. El hombre caminó hasta donde la puerta de su casa se había encontrado originalmente y se diluyó con el negro primigenio de su existencia extinta.

Desde el primer momento los Olvidados han recibido atención constante. Equipos de psicólogos y psiquiatras, además de especialistas en varias materias, no han logrado obtener ninguna respuesta. Incapaces de describir a aquel individuo más allá de sus tres características físicas –alto, delgado, seco– todos los Olvidados convergen en denominarlo como aquel cuya felicidad es completa.

Los Olvidados han sido expuestos a un test de reconocimiento visual. Se les ha mostrado una fotografía de cada uno de los Olvidados con el objetivo de identificar al individuo alto, delgado y seco, y también para establecer vínculos familiares y relaciones personales. Significativamente, ninguno no ha sido capaz siquiera de reconocerse a sí mismo.

A medida que pasa el tiempo, los Olvidados, cuyo rasgo común es la memoria original del hombre alto, delgado y seco adentrándose en el plano negro, o asumiendo su propio olvido si yo hubiera escrito el libro, definen cómo la amargura se acumula, y una profunda nostalgia del hombre alto, delgado y seco. Sienten que la felicidad una vez conquistada se les escapa paulatinamente, de tal manera que cuanto más recuerdan más sufren y más ansían su primer pensamiento.