El té, el café y el mate son infusiones exquisitas para compartir; costumbres de ciudades e historias que se van pasando de generación en generación.
No se toman estas infusiones porque se tiene sed o frio; se hace por costumbre, por hábito, además que son buena compañía para los momentos de soledad; momentos en los que el pensamiento y la reflexión están dentro de nuestro de ser; así como para compartir, deliberar, debatir o concluir un tema o idea con alguien.
Estas infusiones ocupan también un papel importante en nuestras vidas; en lo diario, en lo cotidiano.
La primera invitación que suele hacerse al recibir una visita, en el hogar o la oficina, es a compartir una de estas bebidas. Bebidas que no tienes estrato social, no forman parte de una edad y hacen, por su historia, parte de la nuestra.
Se toman cuando acosa la inflación, en momentos de democracia, en épocas de militares. Se toman en bares, con la familia, con los amigos y también con personas que recién llegamos a conocer. Estas infusiones suelen hacer parte de una charla de negocios o de una confesión sincera; hacen parte de una discusión o de amables encuentros; son compañeros en el trabajo y aliados en el estudio. El café, el té y al mate son historia y se presentan de manera diferente en cada ciudad, en cada cultura.
Son bebidas tan simples y cotidianas que casi ni nos damos cuenta del papel importante que ocupan en nuestro largo vivir.
Los invito a que cuando tomen cualquiera de estas infusiones, frías o calientes, dulces o amargas, lo hagan con la actitud sincera y leal de compartirlas sin ninguna obligación.