Alineando La Torre de Babel en el Festival Iberoamericano, el arte del intérprete
El pasado mes de abril culminó la XII edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, que tiene lugar cada dos años desde 1988. Esta edición tuvo como invitado de honor a Cataluña, y fue, además, el homenaje póstumo a su fundadora Fanny Mikey. Cuenta la leyenda que en los primeros años la fundadora debía suplicarle a los grupos que vinieran a Colombia, un país conocido por su inseguridad y tráfico de drogas principalmente. Hoy en día las compañías hacen fila para venir. Fui intérprete de dicho evento, una experiencia agridulce por las exigencias de estos artistas venidos a más, quienes siguen viendo a Colombia como el país de las drogas. Da la impresión que nos estuvieran haciendo un favor obviando a veces el pantallazo mundial que se dan ante el mundo.
Todo empieza cuando aterriza el vuelo con los artistas, que desde que tocan suelo colombiano se convierten en el centro del mundo. Bono o el Papa Benedicto quedarían boquiabiertos con el recibimiento que se les da, hasta se les facilita una entrada especial para que no hagan la cola de inmigración en el DAS .Ya en el bus el intérprete, tal y como se le ha indicado, sigue al pie de la letra las instrucciones: les da las bienvenida, recomendaciones de seguridad, informa la fecha de la visita técnica, los acompaña a recoger sus viáticos y los deja en el hotel.
Al día siguiente la torre de babel comienza a construirse, el intérprete se intenta comunicar con el jefe de transportes para conseguirle un bus a lo que él llamará “mi grupo”. Así, pasa – en sus sueños e ilusiones – de ser un simple ente comunicador a ser el manager, a velar por los derechos de su grupo: “A mi grupo no le ha llegado el transporte” “Mi grupo tiene la visita técnica y tenemos que estar a x hora”.
Por su parte, el jefe de transportes que no entiende ese idioma arrogante sino entiende de servicio programado y/o autorizado, intenta comunicarse con su superior que sólo comprende ordenes de las directivas del festival, no habla el idioma de los intérpretes. El interprete debe tener la capacidad de camaleonizarse, de saber a qué clase social le habla, a no humillar a sus conciudadanos, a saber quiénes se quedan viviendo en su país, a qué equipo pertenece. Siempre mi respuesta será al que me contrató, a mi país, nunca a los artistas que identifican Colombia con droga, con país a colonizar, con tercer mundo que debe rendirse a sus pies. Está en nosotros hacer respetar nuestra localía ¿O acaso cuando viajamos a Estados Unidos nos hacen una fila especial? ¡Ah bueno!, sí, pero creo que para que no se pase un solo “colombiano narcotraficante” sin haber sido requisado previamente. Me emputa hasta puntos inimaginables lamerle el culo a los extranjeros cuando aterrizan acá ¿Son cuerpos gloriosos? ¿Nos van a enseñar algo que no sepamos? Lo dudo, el mundo está globalizado. Está bien que vengan, pobrecitos, en algún Festival les toca mostrarse.
Volviendo a mi “envidiable” labor de compartir tiempo con estas celebridades, el bus sale más o menos a la hora estimada, en donde esperan técnicos, logística y demás, a ser colonizados por “el grupo más famoso del mundo” venido de lo que ellos conocen “el primer mundo” en donde todo funciona “perfectamente”.
Motivados por este hecho, los del estrato uno hasta los del seis comienzan a hablar en distintos idiomas, pero logran entenderse, todo esto gracias a una cuestión de voluntad, de querer sacar un proyecto adelante, mostrarle al mundo que en Colombia no hay sólo drogas – si bien a muchos visitantes no les queda claro. Lastimosamente únicamente se logra esta armonía entre los diferentes lenguajes – clasista, resentido, venido a más -, por el hecho de sobresalir ante el artista. Le metemos verraquera a las vainas porque lo pide un extranjero, por nuestra imagen, no porque la eficiencia sea algo que nos caracterice como colombianos; si no, pregúntenle a los miles de bogotanos que llevamos años esperando un metro – y menciono Bogotá porque es la magnífica ciudad donde se desarrolla esta impresionante evento) .
Dentro de éste gran esfuerzo por disfrazar a Colombia del país perfecto mientras dura la función, no falta el conductor folclórico, que tiene poco contacto y oportunidades para interactuar con estos extraterrestres, a quien le parece un excelente aporte cultural llevarlos a comer al corrientazo[i] o pasarlos por los “barrios alegres” para que admiren “la belleza de la mujer colombiana” y la “imponente arquitectura” capitalina. Amigo conductor, con todo el respecto que honestamente te mereces, dedícate a manejar; el corrientazo es rico para quien no ha probado comida más balanceada, los barrios de prostitutas y metederos son como mostrarnos un hueco a los bogotanos, abundan en Europa y en el resto del planeta. Y en cuanto a la belleza de la mujer colombiana, es discutible qué es belleza y para quién.
Los siguientes días, una vez que los artistas ven rendirse al publico a sus pies, estos hablan un idioma completamente distinto: “el idioma diva”. Para ese momento ya no se dice: – ¿Sabes por casualidad que habrá pasado con mi bus? – sino: - ¿Dónde está el bus que pedimos?. El intérprete debe aprender esa lengua rápidamente para no quedar totalmente incomunicado y poder continuar con su labor ¿Qué otra opción queda?¿Perder el trabajo por enseñarles a tener un mínimo de educación y quedarse sin el pago o sin la posibilidad de poner en la hoja de vida que se trabajó para tan magno evento en un país que endiosa todo lo que esté en otro idioma en el C.V.?
Cuando todo parece estar yendo a las mil maravillas, aparece un nuevo idioma: el de El Jefe de Prensa. Este es un idioma unilateral en donde sólo hay comunicador, no se espera opinión, el imperativo afirmativo es la única forma verbal utilizada, o en su defecto un “tiene que”. La respuesta que se espera es Sí, Sí señor/a o Claro que sí. Un error gramatical sería decir “Voy a tratar” y una frase imposible, inentendible, No creo que se pueda. Aquí viene el reto mayor por parte del intérprete, traducir al “idioma diva” un “tiene que”.
Después de todo este esfuerzo para lograr la fusión entre estos dos lenguajes, viene la traducción de las preguntas enfocadas como propaganda de Colombia. En menos de 20 minutos los periodistas pantalleros, nacionalistas de medio peso frágiles, tratan de inyectarle a los artistas, gente de carne y hueso que viene de un largo viaje, la historia patria y un nacionalismo desechable con preguntas del tipo: – Nuestro nobel colombiano decía que el agua moja ¿Uds qué opinan? Después, ese nacionalismo desaparece para seguir siendo los mismos diablos pantalleros y tercermundistas que no respetan, que quieren que los colen en todos los eventos por considerarse V.I.P. Lo más triste es ver en el facebook de estos periodistas fotos de perfil con el artista a quien halaron de la camisa para poder capturar dicha imagen.
La participación del grupo va llegando a su fin, para ese momento todos ya hablan el mismo idioma, generalmente “el idioma diva”. Como siempre, la riqueza de vocabulario, la cultura y las emociones fuertes – como que faltando 5 minutos para que se cierre el vuelo aparezca trasnochado uno de los participantes -, que nos dejan los grupos es inmensa.
Despega el avión, culminó el festival y con éste se derrumba la torre de Babel. Volvemos a Bogotá “Positiva”, la de los de trancones, del desempleo, nada para maravillarse. Muchas personas, entre esas este autor, quedan desocupadas y añoran con nostalgia el “lenguaje diva”, el contacto con todos esos idiomas que por unos días nos hace sentir el centro del mundo. La función ha terminado, no sólo la de las tablas, sino la de hacer pasar a este caos de ciudad como un epicentro de la cultura mundial ¿Con qué validez podemos darle ese título a una ciudad donde en su cotidianidad los automóviles parquean donde sea, se soborna a la policía, los guardaespaldas son los manda más y los hinchas de los equipos se apuñalan al final de cada clásico? Pasa en muchos otros países, de modo que de epicentro nada, y mucho menos de la cultura.
[i] Se le llama así a un plato corriente, económico colombiano que consta de harinas principalmente.