Imaginar es un estado de la mente con la capacidad de ir más allá de la realidad, de sucumbir en los recovecos del tiempo, de indagar sobre lo desconocido. Es el arte de fabricar formas para escribir.
Me adentro en los estadios de la poesía. Siento la obsesión de poeta que me traslada como un cincel buscando una gema y tengo que internarme, ir mas allá de esta cuarta dimensión y visualizar al Homero que no conocí como un óvalo griego, unas bellas facciones que no miran la realidad. Llego hasta ahí, hasta el pasado que existe escrito en algún lugar del tiempo.
¿Cómo serías Zafo? Tendrías la hermosura de Venus, de Afrodita o de Atenea, tus ojos serían apagados o vivos. Fuiste de esta tierra, me diste tu poesía, me diste tu pasión, eso me consuela, aunque preferiría tenerte, Zafo.
Dante, me diste las ideas, me diste a Virgilio. Eres mi mente, Virgilio, rozagante en mi mente, eres Apolo; no eras Virgilio, no eras mis sueños, eres mis carnes.
Horacio, viviste la opulencia de Roma, fuiste el triunfo de tu luchador padre. Estudiante de Atenas. Combatiente de Roma. Incomprendido de Roma. Tú no eras la guerra, por eso huiste. Tú eras la poesía, Horacio. Viviste la pobreza de lo material, pero la grandeza de los versos.
Ovidio, eras la alegría, la fuerza de un rostro. Eras el niño genio de la poesía, el estudioso de la política. La melancolía te temía. Incomprendido de los poderosos. Envidiosos de tu Ars Amatoria. Nada pudo derrumbarte. Ni el exilio en Tomis. Tomis que te nombra ciudadano de honor. Cómo deseo tu rostro.
Lloraste a Florencia, Dante, tu amada. Te la arrebataron de tus ojos, de tu roja nariz aguileña. Qué te importaban los Güelfos y los Gibelinos. Sólo querías estar en Florencia. Nómada de Italia. Eras la luz en Florencia, eras la muerte en Ravena. Eras el bisonte de la poesía.
Mi querido George Gordon, naciste con la marca que le pone Dios a los románticos. No eras George, eras Byron, Lord Byron, grandioso, gloria en el júbilo. Adonis del verso, luz en la guerra.
Ave de mejillas negras, de cuervos del gran cuervo, Poe. Los golpes te aclararon el rostro. A más dolor, más brillo. Luz en las tinieblas.
Anciano de la lírica. Eras anciano, por tu sabiduría, Whitman. Así, aún no tuvieras vellos en tus pechos, eras anciano, porque hacías del verso un juego maestro. Mirada de cosmos. Sentimientos en vuelo.
¡Ay!, mi amado gato, Baudelaire de la noche. Eras todas las vidas. Andar del sobrio. Lujuria en los carros de ajenjo.
Hijos de los excesos. Psicóticos de la sangre, Rimbaud y Verlaine. Comandantes del barco de las luces. Me heriste maldito Verlaine. Mataste mi poesía, maldito. Y tu, Rimbaud, muéstrame los plagas de África.
Becquer, encarnación de Lord Byron, Lord Becquer, Gustavo Adolfo Byron. Hijo de la zarzuela y los salones. Pesimista en gloria. De la muerte que deseabas vino la vida.
Fauno encantado, José Asunción Silva. Misterio en el día, relámpago en la noche. Flor del desasosiego. Sacrificio en el amanecer.
Carne fresca, nueva, eres Rubén Darío. Inmortal en los átomos de la poesía. Moderno en el camino, pitonisa en las sábanas. El tabaco era tu pluma.
Barba Jacob, eras Porfirio el divino equino. Corazón galopante en las sabanas del verso. Naturaleza pura de lírica y andar extravagante. Eras América.
Toro sin freno eras, Miguel Hernández. Rector de la libertad. Nunca cediste ante los opresores. Fuiste amor en la guerra. Vida de cantos alegres. A pesar de lo que diga la historia, cuando las balas penetraban la carne en la plaza del Conde de Toreno, volabas sobre tus amados campos de Orihuela.
Te imagino, Federico, en cualquier café de Nueva York, extrañando tus jardines de Granada. Siempre fuiste campo. Odiabas el cemento de la dictadura. Vivías en los cantos del mirlo. Las balas te salvaron del insoportable exilio.
Hijo de los Andes, Vallejo de Santiago de Chuco. Disfrutaste de Europa, pero siempre fuiste ave de los páramos. Tus versos fueron alegría. El frío de las rocas, de la injusticia, nunca pudo arrancarte el plumaje. De las llamas hiciste amaneceres.
Fuiste Wilde el terrible. El amo de los versos. El que intimidó el ego inglés. Respiraste el aire que querías. Fuiste belleza en Ravenna. Fuiste sosiego en el mar.
Apártese de mí, que soy un hombre peligroso – Me dijo un día Gómez Jattin. Familia del rayo de la sabia locura. Eras Olimpo mi querido coterráneo. Raúl de las calles, de los árboles, del agua. Claro en la Luna.
Y vives siempre, poesía. Tantos y tantos. Neruda, Paz, Benedetti. Templo cósmico de la belleza.
Mi hermano, Juan Pablo. Crecimos juntos, pero nos hicimos diferentes. El, hombre; yo, poeta. Somos sangre. Los mismos sentimientos que escribo.
Árbol del Sinú, eres Henry Ballesteros. Siembras versos en los campos de vida. El sol te ha hecho duro, la luna te salva. No dejes de caminar poeta.
Apaga tus alas Pegaso. Vuelvo a ser un ente cuerdo.
Montería, Junio 19 de 2009